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El género y la invasión de los grises

En el 2011, El género y la invasión de los grises fue publicado en una revista universitaria; ahora una década después o más, dependiendo de cuándo accedas, lo republico.

Por si acaso, es sólo un relato... ¡paz y bien!






El género y la invasión de los grises

La bióloga y filósofa estadounidense, Donna Haraway, en su famoso texto, A Cyborg Manifesto, plantea que vivimos ad portas de un cambio social, y aunque no se refiere exactamente a la llegada de la singularidad —el momento sorpresivo y crucial en la historia de la humanidad en el cual será difícil, y hasta imposible, distinguir entre lo normal y lo extraño, lo real y lo virtual—, de todas formas, sí expone todos los elementos que conformarán una sociedad diferente e inquietante.

En el escenario planteado por Haraway, se pasará de la decadencia a la obsolescencia, de la mente a la inteligencia artificial, del sexo a la ingeniería genética, de la reproducción a la replicación. Y así como Haraway, utiliza el concepto «cyborg», como una criatura en un mundo postgenérico, utilizaré el concepto de «gris» para explicar, en principio, una visión particular de la ideología de género. Ahora bien, ¿qué es un gris? Simplemente un extraterrestre.

Carl Sagan (1934-1996), en su novela Contact, escribe una hermosa e inspiradora cita: "Si estamos solos en el universo, seguro sería un terrible desperdicio de espacio". Así que, por lo menos, la existencia de los extraterrestres no está en duda por la comunidad científica, por tal razón, sigue existiendo el SETI. No obstante, un extraterrestre podría ser cualquier clase de organismo o componente biótico, quizá estaría compuesto de carbono, no necesariamente sería más inteligente que los seres humanos, ni siquiera necesitaría el oxígeno para sobrevivir; inclusive, podría ser una bacteria.

Ahora bien, en los mitos modernos existe uno muy particular: el gris. Este es un extraterrestre precisamente de ese color, bajo en estatura, de grandes ojos, sexo indefinido, no habla y tiene una reiterada obsesión por realizar experimentos con seres humanos. Es un mito, desde luego, pero supongamos que existiese y que, además, por primera vez, una flota de platillos voladores con grises a bordo nos invadiera esta misma noche.

Para la humanidad, los invasores son unos seres extraños; este sentimiento sería recíproco. En primer lugar, quizá, un gris creerá que la especie dominante en la tierra es el automóvil. Claro, luego se darían cuenta del craso error y se percatarían de que sólo se trata de una armadura o un exoesqueleto utilizado y controlado por seres bípedos, no tan peludos y al parecer inteligentes. Así que retendrían a varios y los utilizarían en sus experimentos. ¡Y... sorpresa! Al desnudarlos, los grises descubren a los machos, a las hembras y a otros que no pueden describir. Tal vez sea la primera vez que los invasores se enfrentan al concepto de sexo biológico, puesto que ellos o ellas o lo que sean, para empezar, no tienen genitales. Tal aseveración hace parte del mito. Así que, para los grises, los machos y hembras humanos son dos seres diferentes, tan dispares como un elefante y un rinoceronte. Pero ¿por qué llegarían a esta conclusión? En principio porque un gris carece de órganos reproductivos, desconocen qué son las relaciones sexuales, ni para qué sirven, y en caso de conocerlas las considerarían inoficiosas y desgastadoras. Posiblemente los invasores serían exageradamente longevos o inmortales o se reproducirían por clonación, y por consiguiente no tendría sentido la perpetuidad de la especie por unión sexual, ni por nada parecido. En la sociedad de los grises no existe alguien que le diga a un nuevo clon algo parecido a que usted es hombre o mujer, o que debe llevar un vestidito rosa o jugar con carritos. Todos son iguales como clones o máquinas en serie que salen de una planta de ensamblaje.

Pero podría suceder que tras la invasión en la Tierra varios investigadores grises quisieran experimentar con ellos mismos y poner a prueba la afirmación de la novelista y filósofa francesa Simone de Beauvoir (1908-1986), según la cual "no se nace mujer, sino que se convierte en mujer".  De este modo, se crea un experimento para que nuevos clones empiecen a ser reconocidos como femeninos o masculinos; el ambiente se condiciona para que se identifiquen con un género, al final se convencen de ser hombres o mujeres, ¿por qué?, porque los neo-grises los reconocen como hombre o mujeres.

¿Qué hubiese pasado si a Truman en la película Truman Show todo el espectáculo se hubiese condicionado para que él creyese ser una mujer? Y ahora, ¿qué es ser mujer?, ¿qué es ser hombre?, ¿alguien que lleva el cabello corto?, ¿alguien que habla con voz gruesa?, ¿alguien que no lleva maquillaje?, ¿alguien que se comporta como hombre?, ¿o acaso un hombre es un generador de espermatozoides? Pero en la era de la clonación, ¿qué sentido tiene la paternidad masculina o la maternidad femenina?

Por otra parte, en la naturaleza existen especies como el pez loro scarus altipinnis, la rana xenopus laevis, entre otras, en las que los machos se convierten en hembras capaces de procrear y viceversa. Estas transformaciones obedecen a cambios en el medio ambiente, o a conductas que buscan el beneficio del grupo o simplemente se originan por la oportunidad de apareamiento. ¿Y si la ingeniería genética avanza? En los tiempos de la cibercultura nada impide que los humanos trastoquen sus genitales. De este modo está cerca el día en que se logre alterar el sexo biológico. Así que, para un gris, no resulta del todo fácil comprender el asunto de los géneros, ni sus diferencias, ni su razón de ser, puesto que descubren, ¡como si fuera poco!, que hay machos humanos que subvierten los roles sociales de la masculinidad, y hembras que no se ciñen al esquema tradicional de la feminidad.

Por consiguiente, ser hombre o mujer viene a ser cuestión de gustos. Y si estas preferencias dependieran de un determinado estado de ánimo y si la atracción sexual ya no se encuentra ligada a una subjetividad individual, sino que responde a una programación cibercultural, dada incluso antes de nacer, entonces ¿dónde queda el deseo sexual?

Quizá llegará el día en que responderemos con las mismas palabras de Steven Spielberg cuando le preguntaron: "¿E.T. qué es? ¿Un chico o una chica?" y él contestó: "Es una planta".



Bibliografía

Burgos Díaz, Elvira. “Haciendo y deshaciendo el género”. Riff Raff: revista de pensamiento y cultura. Número 30. Universidad de Zaragoza. Zaragoza, 2006. pp. 149-164.

Haraway, Donna. “Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX”. Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Ediciones Cátedra. Universidad de Valencia. Madrid, 1995.

Gil Rodríguez, Eva Patricia. “¿Por qué le llaman género cuando quieren decir sexo?: Una aproximación a la teoría de la performatividad de Judith Butler”. Athenea Digital. Número 2. Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona, 2002. pp. 30-41.



Fuente original:
López-Mera, D. D. (2011). El género y la invasión de los grises. Actitud, 9(2), 35-38.



Por Diego Darío López Mera
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