Colombia: una fuentecilla de historias de horror (1)
Si escribiera crónicas sobre lo que sucede en Colombia, ahora tendría más libros publicados. Las historias de horror —"las reales", en las que hay certeza y pruebas— están en todas partes, tan sólo hay que salir a caminar y ahí están a vuelta de la esquina; por consiguiente, con tales fuentes, es muy fácil conseguir un tema sobre el cuál escribir, aunque el proceso de hacerlo e indagar más sobre lo sucedido es, sin duda, doloroso.
Recuerdo hace varios años, durante un conversatorio en el que participé, otro escritor, que acostumbra a contar este tipo de historias de tiempos no tan pasados, no comprendía la razón de ser de mis relatos. Escribo historias sobre acontecimientos que sólo existen en una realidad paralela y extraña, con extraterrestres o monstruos incluidos (monstruos, en el sentido, fantástico, desde luego). La cuestión es que en algún momento del conversatorio soltó esta perla: "la realidad siempre supera a la ficción". ¡Cuántas veces no habré escuchado esa frase de cajón! La realidad exactamente no es que supere a la ficción, lo que pasa es que la realidad nos obliga a ver, oír y sentir tan cerca y en carne propia unas historias que sí sucedieron, que tuvieron víctimas y victimarios reales, victimarios sobre los cuales quizás nunca sabremos quiénes fueron, y por tal razón son historias tenebrosas.
Colombia está repleta hasta rebosar de estas historias.
Una de tantas... una sucedida en 2016... una de las que los medios colombianos —"amarillistas" como siempre— se regodearon a más no poder, fue con el asesinato de Yuliana Samboni, una niña de 7 años de familia pobre que fue secuestrada, torturada, abusada y asfixiada. Su monstruo: un arquitecto treintañero proveniente de lo que en que en Colombia se conoce como familia "de bien".
En el caso de Yuliana, atraparon y encarcelaron a su monstruo.
Sin embargo, en las historias reales, lo típico es que los monstruos se salgan con la suya.
En el 2006 un par de estos —monstruos reales— violaron a una niña en Colombia: el sargento estadounidense Michael John Coen y el mejicano César Ruiz.
Es un crimen que quedó en la impunidad y la razón principal es porque esos monstruos gozaban de inmunidad diplomática, cuando cometieron sus fechorías en Colombia.
Así que los monstruos reales están por ahí... libres... tan libres como Michael y César.
Recuerdo hace varios años, durante un conversatorio en el que participé, otro escritor, que acostumbra a contar este tipo de historias de tiempos no tan pasados, no comprendía la razón de ser de mis relatos. Escribo historias sobre acontecimientos que sólo existen en una realidad paralela y extraña, con extraterrestres o monstruos incluidos (monstruos, en el sentido, fantástico, desde luego). La cuestión es que en algún momento del conversatorio soltó esta perla: "la realidad siempre supera a la ficción". ¡Cuántas veces no habré escuchado esa frase de cajón! La realidad exactamente no es que supere a la ficción, lo que pasa es que la realidad nos obliga a ver, oír y sentir tan cerca y en carne propia unas historias que sí sucedieron, que tuvieron víctimas y victimarios reales, victimarios sobre los cuales quizás nunca sabremos quiénes fueron, y por tal razón son historias tenebrosas.
Colombia está repleta hasta rebosar de estas historias.
Una de tantas... una sucedida en 2016... una de las que los medios colombianos —"amarillistas" como siempre— se regodearon a más no poder, fue con el asesinato de Yuliana Samboni, una niña de 7 años de familia pobre que fue secuestrada, torturada, abusada y asfixiada. Su monstruo: un arquitecto treintañero proveniente de lo que en que en Colombia se conoce como familia "de bien".
Sin embargo, en las historias reales, lo típico es que los monstruos se salgan con la suya.
En el 2006 un par de estos —monstruos reales— violaron a una niña en Colombia: el sargento estadounidense Michael John Coen y el mejicano César Ruiz.
Así que los monstruos reales están por ahí... libres... tan libres como Michael y César.
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