Cuando alguien, por lo general, escucha de «realidad virtual» —y tiene alguna idea de su significado— asocia este concepto con cascos, animaciones tridimensionales y diversión. Inclusive puede ser percibida, para el promedio de los mortales, como una tecnología poco asequible e, inclusive, superflua… poco importante… como un juguetico caro y chic.

Y, desde luego, con mucha razón. Así los medios promocionan la «realidad virtual», desde sus inicios, con gente gritando como loca en centros comerciales porque creen que se van a caer de una montaña rusa.

Sin embargo, esta tecnología tiene un potencial increíble.

Esta publicación, en realidad, la escribo por la fotografía de ese hombre de visor RV, agachado y con los brazos extendidos hacía el frente como si intentara agarrar algo. Él es un recluso y está en una cárcel desde hace un poco más de un año. No sé cómo se llama, ni de cuántos años es su condena. Una cineasta chilena habló de él en un panel de realidad virtual y videos inmersivos 360°, y del proyecto "Volver a Casa", que ella dirige. Ella contó que aquel hombre no conocía personalmente a su hijo de un año.

Por Diego Darío López Mera

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